CRISTALES ROTOS (Día internacional contra la violencia de género)

Cristales rotos fotografía recogida en la red

Sentadas en el sofá madre e hija, observan el mar de porcelana y cristal que está dejando tras de si, la explosión de ira del padre. Con la cara rojo carmesí y las pupilas dilatadas, se asemeja al Dios Marte, azuzando a sus criaturas hacia los enemigos. Busca entre los cajones, algo que justifique la rabia que le desborda y que dirige hacia ella, que completamente aterrada se aferra a su pequeña, que asiste por enésima vez al infierno en que se ha convertido su casa.

Como perro de presa huele el pavor que produce en ellas, y busca sin parar en todas partes, incluso entre los juguetes de la niña, chantajeándola para que le diga donde guarda la madre aquello que causa tanta furia. La niña cede y le dice al padre dónde. Se dirige hacia allí y saca un mísero paquete de tabaco, que la madre fuma muy de tarde en tarde para reducir los tensión que le provoca aquel matrimonio. Inocente la niña mira a su madre pensando que la ha salvado de aquella cólera, pero aquel hallazgo provoca en el padre mayor fuego en sus actos y de su boca mana un río de palabras malsonantes, que hace que la pequeña comience a gritar. La madre le acaricia el pelo y le susurra dulces palabras de consuelo. Mientras el va tirando todo aquello que encuentra a mano, la lámpara de sobremesa, jarrones, los platos, la jarra de cristal, esta última muy cerca de ellas. La niña chilla y la madre teme lo peor, el padre la mira fuera de si...

Sobre las blancas piernas de la niña un reguero de sangre se deja ver, el padre corre y se arrodilla delante de ella y le abraza las rodillas, pidiéndole perdón. Ella siente nauseas, la madre se abalanza sobre él silla en mano, es el principio del fin, nunca volverá a ponerles la mano encima.

El nunca cumplió condena por ello, pues la madre jamás se atrevió a denunciarlo. Hoy él, vive en aquel mismo escenario solo y alcoholizado (cumple la mejor condena del mundo el no poder disfrutar de sus hijas y nietos)

Las heridas cicatrizaron, aunque la de la niña infectó su alma de tal manera que ciertamente ningún hombre pudo tocarla jamás sin que ella se sobresaltase. Tan solo aquel que le robó el corazón, y que tardó años en ganar su confianza.

Tenía tan solo 4 años.

                                                                                                                                   (Por Lenore)