Hace tiempo en un pueblo a orillas de un río, vivía María. Era una joven tímida, apocada y muy inocente. Durante su infancia alegre y despreocupada para nada daba a entender aquello en lo que poco a poco se convertiría. Al cumplir los 3 años su hasta hacía poco tranquilo hogar, se convirtió en la morada de los gritos. A María aquellos gritos la asustaban tanto que corría a refugiarse bajo la cama acurrucada en un nido de mantas y colchas que recogía de camino hacia su guarida. Al encontrarla un día su madre hecha un ovillo, la cogió en brazos dispuesta a ayudarla. La acunó y le contó un secreto, cómo hacer desaparecer aquellos gritos y a sentirse segura, regalándole mas tarde una hermosa cáscara de huevo. Aquel huevo era de un blanco reluciente y allí dentro se sentía a salvo y feliz, lo decoró con muñecas y libros, fotos de su familia y paisajes lejanos. Lo llenó de sentimientos de amor y esperanza, de planes de futuro e historias de todos los tiempos y edades. Ella lo lucía como el mas hermoso de los tesoros, sin llegar a ver cuan distinto era por fuera; lo que antaño había sido tan blanco como su interior, lucía ahora lleno de letras que formaban palabras malsonantes, sus colores eran los de la desesperación grises sucios, negros ala de cuervo, llamaradas carmesí y azules plomizos. La gente la veía pasar con aquel poco atractivo e inusual atuendo y se apartaban de ella. Aprendió a distinguir voces, conocía desde siempre la dulce voz de de su madre y sus hermanas, también la monótona de los profesores que intentaban hacerla aprender, la de sus compañeras de clase a menudo estridentes y latosas, las del recreo llenas de risas y las de la calle llenas de vida e historias, jamás le interesó ninguna. Nada le agradaba más que sentarse en medio del campo oyendo a los pájaros, el sonido del agua corriendo por las acequias y el murmullo del viento que repetía constantemente su nombre…María ven, María vuela conmigo, María…
Durante algún tiempo ese fue su principal entretenimiento, el campo y los animales. Hacía un tiempo distinguía también una voz cercana, tranquila, monótona que acabó formando parte de sus sonidos favoritos. De hecho cada tarde esperaba reconocerla entre la suave brisa y la echaba de menos cuando pasaban las horas y no aparecía. ¿Qué le habría pasado? ¿Dónde estaría? ¿Porqué no habría venido? Después se obligaba a olvidar aquella voz pensando que ésta no le pertenecía, aunque le hubiese gustado oírla pronunciar su nombre.
Y un día sucedió, mientras escuchaba el murmullo del agua, creyó escuchar su nombre entre los árboles, el viento sin duda. Poco a poco la voz se hizo mas sonora e insistente, diferente de la de la brisa amiga, prestó atención:
- María, María ¿me estás escuchando? Soy Gabi, estoy en la clase de al lado, María…
Se oía muy cerca, notó como llamaban suavemente a su cáscara de huevo, mas tarde al no responder, la llamada se tornó insistente hasta que la cáscara crujió dejando entrar un rayo de sol a través del agujero que había quedado. La luz desapareció dejando ver un ojo de mirada limpia, que buscaba y sostenía la mirada enfurecida de María.
- ¿Qué has hecho? La has roto, vete, mejor aun vuelve a cerrarla, tapa ese agujero.
- No te enfades, ha sido sin querer, era vieja y frágil. Sal aquí afuera e intenta ver todo aquello que oyes. Los pájaros de diferentes colores, el agua transparente, los árboles llenos de flores y la verde hierba están esperándote.
- No, no puede ser, desde aquí puedo imaginarlo, aquí nadie me grita ni me lastima. Además la luz es demasiado fuerte…
- María afuera la gente grita y llora pero no es por ti. Además toda moneda tiene su cara y su cruz, si la luz es fuerte hay sombra para protegerte y si alguien intenta lastimarte, yo te ayudaré a defenderte.
- No te creo, acabarás haciendome daño, lo se.
- Puede ser, pero mientras tanto yo te haré fuerte, te enseñaré como vivir sin la ayuda de esa vieja cáscara y te haré sonreir de nuevo. Anda María, si no te fías de mi, mira a través del agujero, si no te gusta lo que ves prometo construirte otra nueva.
María se acercó lentamente acomodando su vista a aquella luz cegadora. Durante un par de segundos no vio nada solo luz, poco a poco se llenó de colores del cielo azul, de la hierba y los árboles, de la blanca espuma y al mirar mas fijamente descubrió un joven vestido con una camisa de un suave rojo y un pantalón de un blanco radiante, sentado en la hierba con una mano de largos dedos tendida hacia ella y una mirada llena de vida e ilusión.
La cáscara de María no pudo soportar la carga de aquella visión del mundo y explotó quedando reducida a pequeños trozos, que nunca podría volver a unir. Cogió la mano que Gabi le tendía y se sentó a su lado no sin antes guardar en su bolsillo un trozo de aquella cáscara, para poder contemplarla y recordarla cada vez que su vida quedase de nuevo sin colores.
La luz ya no le hacía daño, todo estaba en calma, en su mano estaba la de Gabi y su mente llena de sus colores. La dulce voz de Gabi resonó en sus oídos:
- ¡Qué agradable es estar a la sombra hablando de amor!
* * *
Ya no necesitaba cascara, madame. Los males retroceden ante las palabras de amor.
ResponderEliminarFeliz comienzo de semana
Bisous
El amor es capaz de romper todas la barreras, y cuanto más una cáscara de huevo que la sacó de su incomunicación.
ResponderEliminarUn beso y feliz semana
Salir de los lugares donde nos sentimos seguros cuesta mucho, pero hay que terminar por hacerlo. El mundo es mucho más que el mundo que nosotros nos creamos, pero tampoco hay que crear mundos en el exterior que nos encierren de nuevo, porque muchas veces acaban por asfixiarnos.
ResponderEliminarSaludos. Hay que ver lo que da de sí una agujero en una pared.
Precioso relato, que con un final feliz recubre ese deje triste que tiene en el fondo. Una metáfora excelente para lo que a veces es la vida y nos enseña a hacer, refugiarnos en un caparazón... Me alegro de que hayas participado en mi propuesta. Gracias.
ResponderEliminarQué bonito!! Gabi salvador de la bella María.
ResponderEliminarMaría valiente por salir de su cascarón protector.
Me ha encantado
Mil besos
Que bonito :) De niña me daban envidia los caracoles porque siempre tenían donde meterse. Un beso, Leonore
ResponderEliminarQue hermoso. No hay nada como estar a la sombra y hablando y sintiendo el amor. No todos los finales son así, ya que y cuando al punto final no le siguen dos puntos suspensivos... Un beso.
ResponderEliminarjaj que bien, cari, al menos una historia que acaba bien. y es que es asi, nadie se debe meter en un cascarón. Es verdad que a veces nos hacen daño, pero hay que arriesgar, y sufrir un poco, que tab. forma parte de la vida. Pero no cabe que el amor es la fuerza mas liberadora, ajaj
ResponderEliminarBezos.
Romper la cáscar, hacernos fuertes. La fragilidad es una excusa. Hermoso, len0re.
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